1 mar 2012

Competencias del orientador

Pasando a limpio los apuntes de la clase de ayer, me he sorprendido a mí mima reflexionando y planteándome cosas respecto a las competencias, o habilidades díria yo, que debemos tener todos aquellos que querámos, algún día, orientar, acompañar a personas en su crecimiento y superación de obstáculos a nivel profesional, ¡pero también a nivel Personal! ¿Quién no ha aconsejado a un amigo? ¿A quién no han acudido personas cercanas cuando no sabían muy bien qué hacer? O simplemente... ¿Quién no nos ha buscado alguna vez simplemente porque necesitaba que alguien le escuchase? Son cosas que todos damos por hecho, pero que, probablemente consecuencia de ello, apenas le damos importancia, y la tiene, ¡desde luego que la tiene! 

Así, hemos visto que como orientador debemos ser guías que ayuden en la búsqueda de interrogantes de la persona que acuda a nosotros; que somos un soporte, una ayuda, un modelo; y que para ello debemos estar en continua formación, en continuo aprendizaje, actualizados en todo lo relativo a aquello que nos consulten; evidentemente, que tenemos que dominar toda la base teórica que sustenta esta labor (algo que se enlaza directamente con la competencia de formación continua, pues hay numerosas metologías emergentes que debemos conocer); que el trabajo en equipo y la coordinación tienen que ser nuestro sustento... 

Pero es que además debemos tener en cuenta en todo momento a aquel que solicita nuestra ayuda, pues no es lo mismo trabajar con un chico que no sabe qué carrera estudiar, que con un niño con una familia desestructurada, que con un profesional... Del mismo modo que no es lo mismo que esa persona acuda por voluntad propia o forzado por otro, que busque "simplemente" a alguien que le escuche o precise de una ayuda concreta... Y todo esto son aspectos que puede darnos el "cliente", pero también puede ocurrir que seamos nosotros quienes los tengamos que inferir. Debemos contar con una serie de habilidades sociales que nos permitan conectar con cada persona que solicite nuestra ayuda, que nos permita ayudarle. 

Pero aún así, esto no es lo que más me ha llamado la atención. Existen otra serie de competencias que se dan por obvias, pero que en realidad no lo son, de hecho en muchas ocasiones ni si quiera están presentes: estar libre de prejuicios, conocer y aplicar la ética profesional, respetar la confidencialidad... Pero vayamos por pasos. Los prejuicios, ¿¿quién no tiene prejuicios?? ¡Todos! Son, incluso, un mecanismo social que nos ayuda a ahorrar tiempo y energía, no tienen por que ser necesariamente malos si los entendemos como sesgos. Pero debemos dejarlos a un lado a la hora de escuchar a la otra persona. No podemos perder de vista el esfuerzo que la otra persona está haciéndo a la hora de pedirnos ayuda (¿a quién no le cuesta pedir ayuda?), la confianza en realidad ciega que deposita en nosotros... ¿qué menos que darle la oportunidad de conocerle de cero? No podemos cegarnos por una primera impresión, y ante todo debemos respetar esa ética profesional que, teóricamente, todos conocemos. Una ética que queda muy bonita por escrito, incluso en forma de ideal, pero que en realidad es muy costosa de "aplicar", una ética que pasa por la confidencialidad (que muchas veces se pasa por alto sin darse cuenta), por el respeto al otro, ¡pero también a uno mismo!, por el autoconocimiento que nos permite actuar... y algo muy importante, al menos para mí, que nos permite ser conscientes de cuándo debemos pedir nosotros también ayuda, o incluso darnos cuenta de cuándo no podemos con algo, de nuestros límites. Todos tenemos límites, nadie es bueno en todo, ¡no somos superhéroes!, y eso no tiene nada de malo. Es más, lo peligroso es pretender poder con todo, tanto para nosotros como para la persona que solicita nuestra ayuda, pues en realidad no se la estamos proporcionándo. Debemos conocernos a nosotros mismos para poder conocer a los demás. Y esta es una actividad a la que muchas personas, entre las que me incluyo, son reacias, por miedo básicamente. Tememos descubrir quiénes somos realmente... pero no nos damos cuenta de que mientras nosotros no lo sepamos nadie más lo hará. Y desde luego, poca ayuda podremos prestar. Hoy en clase se ha dicho una frase que creo que expresa bastante bien esto último, y es que el orientador de hace de dentro a fuera. Pero yo me atrevería a ir más alla: la PERSONA se hace de dentro a fuera. 

Reedito esta entrada, porque he encontrado un vídeo en el que la propia Guadalupe Juarez (nuestra profesora) explica estas competencias:


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