25 abr 2012

¿Tengo que? o ¿quiero?

Hoy en clase Guadalupe ha mencionado algo que ya había escuchado otras veces. Algo que, como de costumbre, pasamos por alto a pesar de la importancia que tiene... el verbo TENGO. Me explico...
 
Solemos decir que tenemos que hacer cosas, normalmente MUCHAS cosas, alcanzando incluso un nivel de autoexigencia que de extremo es imposible de saciar. ¿Y qué ocurre entonces? Nos desanimamos, nos frsutramos, tiramos la toalla... y ese no poder hacer una de las tareas planeadas se convierte en no hacer nada; por que si de se alimenta esa negatividad es de cualquier otro tipo de energía que haya  a su alrededor. Nos quita las fuerzas, las ganas, la iniciativa.

Pero... ¿realmente TENEMOS que hacer todo eso que nos proponemos? ¿O es algo que QUEREMOS hacer? A estas alturas todos nosotros estamos aquí (4º de psicopedagogía) porque QUEREMOS, todos tenemos una serie de compromisos que QUEREMOS tener (salir con los amigos, con la pareja, continuar formándonos por otros medios...! incluso ir a la compra!)... Y si lo queremos es por que hay algo en ello que nos gusta. ¿Qué sentido tiene transformar una práctica (la que sea) querida por nosotros es un suplicio, en una fuente de malestar? Cuando... simplemente si cambiasemos el verbo empleado a la hora de expresarnos cambiaría nuestra visión. Evidentemente no se trata del mero cambio de una palabra, es un cambio de significado, y un cambio de mentalidad.

Cambio de mentalidad que yo soy la primera en necesitar. Soy laprimera que se exige por encima de sus capacidades, que se pone metas quizá no inalcanzables, pero sí de largo camino... y la primera que se frustra a la primera y tira la toalla más de una vez.

Como ya he dicho, no es la primera vez que escucho este consejo, ni creo que sea la última pues, como me ha pasado a mí, a pesar de escucharlo seguimos en nuestras trece. Es un cambio que, aunque yo haya categorizado de "simple" conlleva mucho trabajo en tanto en cuanto debemos cambiar completamente una forma de pensar; pero es un cambio necesario si queremos disfrutar de nuestro paso por la vida.

¡Ya nos van a exigir en el trabajo suficiente como para que encima echemos piedras sobre nuestro propio tejado!

11 abr 2012

Emilio Calatayud Pérez

Hoy en clase hemos visto un vídeo realmente curioso, de un juez de menores más curioso aún, de los que no hay pero hacen falta. Su nombre es Emilio Calatayud Pérez. Buscando información sobre este hombre que, a pesar de que tenga la titulación de juez, yo consideraría educador, me he dado cuenta de su grandeza, pues basa toda su profesión en la educación, el desarrollo, la evolución... en lugar del castigo. Cree claramente en las personas y en las segundas oportunidades, o así lo considero yo tras leer algunas de sus sentencias:
  • Impartir 1000 horas de clases de informática a estudiantes a un joven que había crackeado varias empresas granadinas provocando daños por 2000 €.
  • 100 horas de servicio a la comunidad patrullando junto a un policía local por haber conducido temerariamente y sin permiso.
  • 50 horas dibujando un cómic de 15 páginas, en el que cuenta la causa por la que le condenaban.
  • Visitas a la planta de traumatología de Granada por conducir un ciclomotor sin seguro.
  • Para un joven que circulaba borracho, visitar durante un día entero a parapléjicos, hablar con ellos y sus familias para elaborar más tarde una redacción.
  • Trabajar con los bomberos por haber quemado papeleras.
  • Trabajar en un centro de rehabilitación por haber acosado de una anciana
  • 200 horas en una tienda de juguetes por haber robado ropa
Creo que este señor es una persona ejemplar, con todas las letras, como ejemplar es el discurso que a continuación os muestro:



Coincido con él en cosas que ya pensaba, pero también en muchas otras que ni me había planteado. Actualmente tenemos al menor abandonado, nadie sabe nada real de sus derechos... ¡¡¡pero menos aun de sus deberes!!! ¡Que los tienen! (algo que, por ejemplo yo, desconocía).
Existe una especie de hipocresía, prendida de incoherencia y despropósito en todo lo relativo al menor, tanto a nivel jurídico como en el día a día. Y esto es algo que no hace más que perjudicarnos, a ellos y a nosotros, padres, profesores, ciudadanos. Una incoherencia que, pienso, tiene sus raices en la falta de corrdinación entre todas las instituciones, entre profesores, padres, jueces... una incoherencia basada en el miedo, el miedo a retroceder al pasado, a la rigidez, a los límites extremos... un miedo que nos ha llevado al otro extremo, un miendo que nos impide decir no cuando en realidad no hay otra respuesta. 

Los extremos no son buenos, ni el rígido, ni claramente el actual, que lejos de beneficiarnos lo que está creando es una generación "bandalizada" que no comprende el significado de los límites y las normas, del respeto y la autoridad. Una autoridad que no tiene por qué tener una connotación negativa, y que además es necesaria. El diálogo está bien, es correcto, civilizado... y realmente considero que acertado en los casos en que el mismo surte efecto. No creo en las normas "porque sí", considero que si se explican las cosas es mucho más fácil que se cumplan... pero es absurdo basarnos en un diálogo que evidencia ser inútil. No hay que abusar de la autoridad, nos somos más que nadie; pero tampoco somos menos, debemos dejarnos pisar por miedo. Un miedo que si lo pensamos, y lejos de "insultar" a nadie, es absurdo, pues en realidad todo lo que hacemos es por y para el bien de los menores (en este caso). Ahora cobran sentido para mí millones de frases, "es por tí", "ya me lo agradecerás", "cuando seas mayor lo entenderás" que mi madre me ha repetido en numerosas ocasiones, frases que en su momento desencadenaban lo peor de mí. Y es que, es así, luchamos por un futuro mejor; y en ese futuro entramos todos. 

No estoy en disposición de hablar como madre, pero sí como profesora (aunque haya sido en prácticas) que ha sido testigo de la desproporción de "poder" que tienen actualmente los menores, y la "pequeñez" que han adquirido casi todos los adultos, en este caso profesores, que los rodean.

2 abr 2012

Día de concienciación sobre el Trastorno del Espectro Autista (TEA)

Hoy, 2 de abril, es el día mundial de concienciación del Autismo, o Trastorno del Espectro Autista (TEA, a parti de ahora). Y aun que no guarde una relación directa con la asignatura, me voy ombligada "moralmente", por decirlo de alguna manera, a dedicarle al menos una entreda en el blog.

No lo dige en mi "presentación", pero mi intención es especializarme en este campo (de hecho estoy realizando algo parecido a un máster dedicado a los Trastornos Generalizados del Desarrollo (TGD), entre los que se encuentra el autismo), y por tanto creo aún más oportuna y fundamental esta entrada en el blog, como muestra mínima de apoyo a esta causa.

Así, no quiero extenderme en exceso, porque esto tampoco trata de ser una conferencia ni una charla o algo parecido. Todos conocemos, en mayor o menor medida, las características más comunes que presentan las PERSONAS con TEA (dificultades a la hora de relacionarse, desarrollo CUALITATIVAMENTE diferente a lo que consideramos la norma, dificultades a la hora de comunicarse...), por lo que no creo necesario un parafraseo teórico del mismo. Sin embargo, hay un texto escrito por una madre de un NIÑO con TEA que considero especialmente significativo.

Antes de mostrároslo, quiero aclarar por qué escribo las palabras "persona" y "niño" en mayúsculas, y es que, a pesar de que se dé por hecho y de que no caigamos en la cuenta de las consecuencias que pueda tener utilizar una terminología u otra, no se trata de autistas, el autismo es una característica más de la PERSONA, igual que la miopía. A lo que voy, y creo imprescindible remarcar, es que todos, cada uno de nosotros, somos personas por encima de todo. Personas con unas características propias de cada uno, con una dificultades desde luego, mayor o menores, pero también con unas cualidades. TODOS somos válidos, TODOS tenemos defectos, TODOS necesitamos ayuda en algún ámbito... ¿Por qué despersonalizamos a algunos colectivos por ello? ¿No son personas también? Luis no es un síndrome de Down, es un NIÑO con Síndrome de Down; Clara no es una autista, es una NIÑA con autismo. Puede parecer una tontería, y realmente dudo que el 90% de las personas que utilizan esta terminología "erróneamente" lo hagan a drede, o sean conscientes de las repercusiones que pueda tener. Pero precisamente por eso, por que no lo hacen a propósito, sino por descnocimiento, siento la obligación de "abrir los ojos" (desde el significado más humilde de la expresión) a todos aquellos que me leais y seais receptivos, abiertos al avance. Es un gesto muy pequeño, casi inapreciable, pero que realmente puede cambiar la vida de muchas PERSONAS. Ésta, a parte de ser una relfexión personal, creo que es importante que nos la planteemos, ya fuera del ámbito de los TGD, todos aquellos que vayamos a trabajar con personas; de hecho, deberíamos planteárnoslo todas las personas, pues al fin y al cabo somos personal sociales por naturaleza. Si vamos etiquetando a la gente nos cerramos infinidad de puertas, igualq ue negamos la entrada a infinidad de personas increíbles. Nadie es más que nadie, ¿por qué ibamos a deshumanizarnos los unos a los otros?

Bueno, después de este no tan pequeño paréntesis, os dejo este maravilloso texto que tanto me ha hecho reflexionar, y que espero que provoque lo mismo en vosotros:

CON AUTISMO DE ORIGA A MARIPOSA.

El día en que en mi corazón entró la duda sobre el desarrollo de mi pequeño bebé, ese día comenzó mi transformación, fue lenta, de paso en paso y tan radical, como diferente es una oruga a una mariposa. Fui una mujer y luego una madre, pero el día que sospeche -y luego confirmé- que mi hijo tenía un trastorno del desarrollo, desde ese momento se inició un cambio irreversible en mi ser.
Al principio fue muy duro y angustiante, el autismo me fue envolviendo como un capullo que me separaba del mundo, volvía a mi familia diferente, especial, y lo peor de todo amenazaba con aislarme del amor más grande: mi hijo. Un capullo se formaba a mi alrededor y traté de evitarlo a toda costa, quería sacarlo de mi vida, no quería que me hiciera invisible, que me sofocara, toda esa niebla de dudas y confusión se fue cerrando sobre mí mientras yo lloraba mi pena, tan profunda, tan intensa que parecía que me consumiría y no quedaría nada de mí. No me di cuenta que ese capullo también podía ser visto de otra forma, también era una protección, después de todo, qué sería de la vulnerable oruga sin su capullo durante su proceso de metamorfosis?
Cuando se disipo toda esa niebla, todas esas dudas y comencé a entender de qué se trataba el autismo, cuando comprendí que lo que sabía del autismo solo eran clichés de películas y nada tenían que ver con el niño que tenía enfrente, cuando me di cuenta de que podía convivir con el autismo sin que me robara nada, cuando entendí que mi hijo seguía conmigo perfecto y maravilloso invitándome a un frenesí de vida, ese día se resquebrajo el capullo y atisbe mis alas.
Seguía siendo yo, seguía estando allí, totalmente cambiada sí, porque la que cambie fui yo, mi hijo siempre estuvo allí, sin barreras que le impidiesen pegarse a mí, igual de feliz, demandando solo una cosa: Una mamá que lo siguiera amando.
Un día di un paso al frente y salí al mundo otra vez, sintiéndome en otro cuerpo, sintiéndome otra yo, no me pregunten cuando fue ese día, que fecha tuvo, porque no lo sé, fue algo paulatino y no supe ni cuando se dio esa transformación, pero el autismo me transformó el alma y el cuerpo, cambió mi corazón, mi piel y mis ojos, me enseñó a vivir el presente sin renunciar al futuro.
Y como mariposa que al salir en su jornada diaria no solo busca su vital sustento -pues tiene que comer-, sino que pasea de flor en flor, al menos así me lo parece, revolotea buscando su comida, ese es su trabajo, pero al mismo tiempo se pasa la vida bajo el sol entre tantos aromas, colores, formas y texturas.
Eso ha hecho el autismo de mi hijo por mí, no me ha puesto ni quitado nada, solo me ha enseñado a ver las cosas de forma distinta, me ha hecho ganar la confianza para vivir, vivir las dificultades como lo que son: momentos difíciles y desagradables, sin tapujos y sin tabúes, sin minimizarlos ni callarlos pero también con la confianza de que todo pasa y que a la vuelta de la esquina llegará un momento feliz que se debe aprovechar porque es un regalo, disfrutarlos sin culpas y sin reservas. Así como la mariposa sabe que volar bajo la lluvia puede ser mortal… pero que sin el agua no se puede vivir, y una vez que pasa la tormenta hay que salir a aprovechar el momento y a comerse la vida.
Pasé de ir al ras del piso a tener alas y moverme por el aire, ¿quien le explica este cambio a una oruga?, ¿quien le enseña a volar a la mariposa? ¡Lleva esa información en sus genes!, así mismo mi alma frente a la discapacidad de mi hijo ha debido transformarse, hacer esa metamorfosis, esperando tener la fuerza para hacerlo y poder romper el capullo, despegar las alas y atreverme a volar.
El autismo, ese mismo capullo que creí sofocante, también me enseño que no todo lo que brilla es oro, que no hay tratamientos milagrosos, que no hay bacterias, ni alergias, ni antídotos para el veneno o para la “enfermedad” del autismo, y también me enseñó que a veces las personas quieren ayudar pero no saben cómo hacerlo, y hasta no saben que no saben. Hoy sé que para el autismo solo hace falta trabajo, paciencia, perseverancia, astucia, estrategia, y montañas de amor y diversión. Las cosas desagradables asociadas al autismo aún siguen pasando, no debido al autismo, sino a las personas que por ignorancia o prejuicios excluyen a las personas diferentes, cuando lloro no lo hago por el autismo, lo hago porque alguna persona hirió mi corazón con su discriminación hacia mi hijo, no me quedo callada, ni de brazos cruzados, busco la forma de revertir lo ocurrido.
Cuando mi hijo es rechazado en un preescolar por “no ir al mismo ritmo de los demás”, me expreso, pero además sé que puedo encontrar otro colegio, otras personas que si estén capacitadas para trabajar con niños humanos.
Cuando un grupo de niños echa a mi hijo por no saber seguir las reglas del juego, nos quedamos y les enseñamos opciones de juegos donde pueden compartir. ¿Cuántas veces has jugado El Escondido?, ¿Muchas verdad?, ¿Y cuántas veces has jugado Escondido adaptado o asistido? ¿Ninguna vez? ¡Pues hoy puedes hacerlo!
Mi hijo me ha enseñado a ser mejor persona, pero solo porque yo elegí el camino de aprender y crecer.