11 abr 2012

Emilio Calatayud Pérez

Hoy en clase hemos visto un vídeo realmente curioso, de un juez de menores más curioso aún, de los que no hay pero hacen falta. Su nombre es Emilio Calatayud Pérez. Buscando información sobre este hombre que, a pesar de que tenga la titulación de juez, yo consideraría educador, me he dado cuenta de su grandeza, pues basa toda su profesión en la educación, el desarrollo, la evolución... en lugar del castigo. Cree claramente en las personas y en las segundas oportunidades, o así lo considero yo tras leer algunas de sus sentencias:
  • Impartir 1000 horas de clases de informática a estudiantes a un joven que había crackeado varias empresas granadinas provocando daños por 2000 €.
  • 100 horas de servicio a la comunidad patrullando junto a un policía local por haber conducido temerariamente y sin permiso.
  • 50 horas dibujando un cómic de 15 páginas, en el que cuenta la causa por la que le condenaban.
  • Visitas a la planta de traumatología de Granada por conducir un ciclomotor sin seguro.
  • Para un joven que circulaba borracho, visitar durante un día entero a parapléjicos, hablar con ellos y sus familias para elaborar más tarde una redacción.
  • Trabajar con los bomberos por haber quemado papeleras.
  • Trabajar en un centro de rehabilitación por haber acosado de una anciana
  • 200 horas en una tienda de juguetes por haber robado ropa
Creo que este señor es una persona ejemplar, con todas las letras, como ejemplar es el discurso que a continuación os muestro:



Coincido con él en cosas que ya pensaba, pero también en muchas otras que ni me había planteado. Actualmente tenemos al menor abandonado, nadie sabe nada real de sus derechos... ¡¡¡pero menos aun de sus deberes!!! ¡Que los tienen! (algo que, por ejemplo yo, desconocía).
Existe una especie de hipocresía, prendida de incoherencia y despropósito en todo lo relativo al menor, tanto a nivel jurídico como en el día a día. Y esto es algo que no hace más que perjudicarnos, a ellos y a nosotros, padres, profesores, ciudadanos. Una incoherencia que, pienso, tiene sus raices en la falta de corrdinación entre todas las instituciones, entre profesores, padres, jueces... una incoherencia basada en el miedo, el miedo a retroceder al pasado, a la rigidez, a los límites extremos... un miedo que nos ha llevado al otro extremo, un miendo que nos impide decir no cuando en realidad no hay otra respuesta. 

Los extremos no son buenos, ni el rígido, ni claramente el actual, que lejos de beneficiarnos lo que está creando es una generación "bandalizada" que no comprende el significado de los límites y las normas, del respeto y la autoridad. Una autoridad que no tiene por qué tener una connotación negativa, y que además es necesaria. El diálogo está bien, es correcto, civilizado... y realmente considero que acertado en los casos en que el mismo surte efecto. No creo en las normas "porque sí", considero que si se explican las cosas es mucho más fácil que se cumplan... pero es absurdo basarnos en un diálogo que evidencia ser inútil. No hay que abusar de la autoridad, nos somos más que nadie; pero tampoco somos menos, debemos dejarnos pisar por miedo. Un miedo que si lo pensamos, y lejos de "insultar" a nadie, es absurdo, pues en realidad todo lo que hacemos es por y para el bien de los menores (en este caso). Ahora cobran sentido para mí millones de frases, "es por tí", "ya me lo agradecerás", "cuando seas mayor lo entenderás" que mi madre me ha repetido en numerosas ocasiones, frases que en su momento desencadenaban lo peor de mí. Y es que, es así, luchamos por un futuro mejor; y en ese futuro entramos todos. 

No estoy en disposición de hablar como madre, pero sí como profesora (aunque haya sido en prácticas) que ha sido testigo de la desproporción de "poder" que tienen actualmente los menores, y la "pequeñez" que han adquirido casi todos los adultos, en este caso profesores, que los rodean.

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